Elemento Tierra y transformación

Entramos en la estación de la tierra, del fin del verano; estación intermedia antes del otoño. Todavía es verano pero ya tenemos otra sensación, otro ritmo.

Es una estación clave donde la práctica tiene toda su importancia porque es el momento del centro, de la transformación, de la digestión, tanto física como mental y emocional.   

La patologia de esta estación es el exceso de humedad en relación con la climatologia; y la humedad, en MCT, se traduce en la sensación de pesar más, de sentirse cansado, y también en tener dificultad para concentrarse y pensamientos obsesivos. 

El qi gong con sus movimientos ayuda al fluir de la energía, permitiendo así disminuir estos bloqueos, además de hacer entrar en un estado de meditación agradable. Hay que pensar que a una persona con debilidad de energía Bazo  (elemento Tierra) le cuesta meditar en posición sentada; el qi gong ofrece la ventaja de permitirle hacerlo de otra manera .

Estudié qi gong en la Escuela « Ecole de la Cour Jaune »; Eglantine Oudart, llamando así a su  escuela, quizo dar un homenaje a los Taoistas, y de manera muy especial, a las monjas taoistas quienes escribieron, en los Siglos IV y V, el libro « le livre de la Cour Jaune » (El libro del patio amarillo). Ellas a tráves de meditaciones tuvieron la percepción del funcionamiento del organismo humano, y el nombre « Cour Jaune «  (patio amarillo) es una referencia al Estómago y al Bazo, sitio de alquimia de nuestro organismo,  porque aquí se hace la digestión y la transfomación de los alimentos; gracias al buen funcionamiento digestivo, tenemos la energía necesaria para la vida, las actividades, los pensamientos. Si digero mal, si transformo mal, vivo mal.

La transformación es la gran historia, el tema central, de nuestra vida. Nacemos, tomamos la leche materna, la digerimos bien, o no….. y a partir de esto, cada día, vivimos experiencias, algunas positivas, otras no, pero todas  son ingredientes de nuestra vida, y todas requieren que tengamos la capacidad de digerirlas, y de alimentarnos de ellas.

No es por nada que la ropa de los monjes budistas sea en general de color naranja, amarilla o marrón; es una referencia clara a la capacidad de transformar, como la tierra.

Por supuesto, nos será mucho más fácíl digerir bien si elegimos una alimentación sana, la más natural posible, la más respetuosa de nuestra tierra interior y de la tierra.  Con esta conciencia, podemos entrar de pie en la práctica, poniendo la razón pero también el corazón en el acto cotidiano de comer y masticar.